Retazos de un momento triste.
A
solas se preguntó “¿No era yo suficiente acaso?”. Se quitó las lágrimas de la
cara con rabia y miró a su alrededor, todos aquellos recuerdos, ¿habían sido
mentira? ¿De verdad él le amó en alguna ocasión? Negó con la cabeza sin poder
dejar de llorar, quería convencerse de que en verdad nunca le había amado. Por
raro que pareciese le consolaba e incluso le tranquilizaba, el hecho de que
aquella relación solo era correspondida por su propio convencimiento de que la
otra persona le amaba y no porque realmente no fuese así.
Respiró
profundamente en un vano intento de calmarse pero en seguida el sentimiento
volvió a aparecer. La noche anterior y todas aquellas noches de salidas para
verse con él. Volvió a mirarse a sí mismo, levantándose al poco, entrando en el
cuarto de baño encontrándose con algo que nunca pensó que sentiría hacia sí
mismo, asco. ¡Cuánto deseaba estar cerca de su madre y abrazarla! Sentir el
calor del amor de nuevo, esas palabras que sabía que le confortaría, esas
sonrisas que le llenaban de paz…
Ahora
de sí mismo solo quedaba una mancha borrosa en un papel blanco, una mancha de
vino en una camisa, un error. Se sorbió la nariz sonoramente y cerró los ojos,
apoyando la frente en el cristal. ¿Cuándo se iba a ir esa opresión en su pecho?
¿Cuándo volvería a sonreír y a mirar a sus amigos de nuevo a la cara? Soltó una
risa amarga y miró la bañera, ¿Cuántos habían perdido la vida por algo así?
Pero no, él no iba a ser uno de ellos, seguiría adelante costase lo que
costase, doliese lo que le doliese. Su corazón dio un brinco al recordar de
nuevo todo lo que había pasado, cómo dolía y como sufría por aquello.
Volvió
al cuarto y comenzó a guardar las cosas en una maleta, dejando allí todos
aquellos objetos que le recordaban a él. En su cabeza solo se cruzaba la idea
de volver con su familia y empezar de nuevo. “Igual que vino él, podría venir
otro” se susurró a sí mismo. Tras haberlo guardado todo se acercó a la puerta y
observó todo de nuevo, dejando que más lágrimas se escaparan de sus ojos. Esto
sería el final de un capítulo pero sin duda, el principio de uno nuevo, más
feliz y con menos errores.
“Siempre
te he amado” rezaba la nota que dejó encima de la cama sin saber si algún día
la leería aquel que seguramente acecharía sus sueños por días pero que acabaría
siendo un recuerdo lejano de un período feliz.
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